Cuando todo parecía sentenciado, el gol de Rabadán en Lezama devuelve a Unionistas una última bala antes del veredicto final.
Mi semana de derrotas
En las últimas semanas no doy pie con bola. Si le cambio el pañal a Sergio un a hora después hay que cambiarle de arriba abajo porque se ha manchado el body. Si le preparo la merienda a Jimena se queda donde la estaba porque no he respetado el tamaño máximo que cada trozo de fruta debe tener para que se lo coma sin protestas. Si voy al super Marta me abronca por comprar el tomate rallado en el lugar equivocado. Si voy a una carrera mis compañeros de club me señalan, sin miramientos, que me pesa el culo. Llevo semanas sin aprobar un solo examen de mi vida diaria pero aquí sigo, presentándome a la oposición a padre, hijo y esposo en el que me enfrento a un tribunal inclemente esperando a que, alguna vez, consiga vivir con la tranquilidad del funcionario que, un día en la hora adecuada hizo lo que debía para pasar el resto de su vida viviendo de esa renta.
Un equipo bajo sospecha
Unionistas llevaba el último mes viviendo del colchón que dejó Llácer. El equipo se presentaba en Lezama acumulando cargos: un juego insoportable por espeso, un planteamiento en la pizarra en la que solo hay flechas hacia la propia portería, una dirección deportiva mejorable o un presidente ausente. Los jugadores no se libran de las acusaciones con Iván Martínez con sus acciones esquizofrénicas cuando sale del área, Ramiro Mayor sin contundencia, Serrano que va por el campo como un fuera de la ley, Iñaki González que todo lo protesta, Iván Moreno con una pierna derecha de adorno, Santamaría sin olfato de gol, De la Nava con un violín sin cuerdas o Vergés que defiende empujando. No sigo que me quedo sin saliva. En conclusión no hay jugador que vaya libre de acusación.
Unionistas llegaba a Bilbao como el partido en el que iba a recibir la notificación de la fecha de un descenso que parecía inminente. Sin el abogado José Luis Acciari ofreciendo un mínimo de esperanza, con un primera parte en la que todo apuntaba a la amenaza de la desgracia un inminente, El equipo jugó la primera hora como si todos fuesen culpables, defendían como reincidentes y atacaban como si hubiese que pedir perdón por intentarlo. Hasta que llegó el minuto 65. Como en las películas de juicios, Unionistas recibió, gracias a la apelación del gol de Rabadán, en su corredor de la muerte una revisión de su condena. La victoria convierte el partido ante el Tarazona en una última vista en la que poder salir libre de cargos. Uno es más que lo peor que ha hecho y, por ello, demos una última oportunidad al equipo para darnos un encuentro en el que poder celebrar algo. Ad Astra per Aspera.